Val del Omar, en trance



Lagartija Nick desenterró anoche el espíritu del cineasta-poeta-filósofo-inventor José Val del Omar para inaugurar la edición 2010 del Festival Internacional de Jóvenes Realizadores de Granada en el Teatro Isabel la Católica. La banda no sólo tocó los temas de su disco Val del Omar, publicado en 1998 y que ahora va a ser reeditado, sino que puso en práctica una de las teorías-propuestas del cineasta: la diafonía...

http://www.granadahoy.com/article/ocio/819333/val/omar/trance.html

Salgo de la galaxia Gutenberg
y entro en la galaxia Faraday.
Mecánica invisible, temblor
sumergido en drama eléctrico.

Meca-mística, meca-mística,
aséptica exactitud instrumental.
Meca-mística, meca-mística,
acuarium mass-media.

Sobre la curva del suelo
y bajo el firmamento
siento que me atrae
todo el universo.

ANARTISMO

Tenía el leit-motiv, un concepto de Val del Omar, inventor y pionero del cine del s.XX. Pero el concepto era poderoso. Indagué buscando más referentes pero parecía carente de teoría y solo la obra de Marcel Duschamp era vagamente catalogada como anartista. Y el hecho es que pedía a gritos ser recuperado y ampliado, enriquecido y revitalizado.
Aparentemente el término suponía una aproximación del arte a la teoría anarquista de principios del siglo XX, una traslación de los valores ácratas al terreno artístico y por ende al musical, en cuanto a sector productivo. Realmente el análisis marxista de los medios de producción es perfectamente aplicable a la industria musical de cualquier periodo: el mercado cultural esta controlado por las multinacionales del entretenimiento, que controlan la llegada de la producción artística al público y basan sus criterios de selección en la rentabilidad económica del producto. Integrado está el llamado mercado alternativo, que produce su propio panteón y principios con tal de llegar a un mercado más específico, pero no por eso menos rentable. Se trata de compartimentar y enfrentar al público (como se hacía con la clase trabajadora creando una élite proletaria con valores mas refinados), de hablar de música auténtica para oyentes auténticos, de crear escenas que cataloguen a las personas y las separen del conjunto, las alienen.
Con el anartismo se reivindicaría una democracia cultural auténtica para todos los sectores que participan en la actividad artística. No puede haber nadie primando sobre nadie en el arte: cualquiera puede hacer lo que le salga de su interior y debe tener el derecho de poder difundirlo en igualdad de condiciones. Desde la canción mas explícitamente comercial construida en midi y voces afinadas digitalmente hasta el experimento sonoro mas violento, agresivo y sin sentido aparente, pasando por canciones que hablen de política –sea la que sea-, de sexo con palabras sucias, de baladas romanticonas estereotipadas, etc… Pero nunca debe haber espacio al dirigismo, a la planificación de los gustos de la audiencia, a la aniquilación del criterio personal...

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